miércoles, 22 de septiembre de 2010

Cómo he llegado hasta aquí. T 2, C.2

Cómo he llegado hasta aquí.
T.2, Capítulo 2. Cambios en la noche.


Caro estaba sentada en el suelo, apoyada en la pared y observando el cielo estrellado junto al mar, típica vista nocturna desde la base de CR Málaga. Su porte era de pesadez, la cabeza se apoyaba ligeramente sobre su hombro derecho y tenía la mirada perdida. Sus ojos reflejaban tristeza y a la vez resignación, pero también dejaban asomar lágrimas que de vez en cuando acababan cayendo por sus mejillas.

Mirando al horizonte recordaba aquellos fantásticos años que había compartido con el que hasta hacía unas horas había sido la persona más maravillosa de su vida. El blanco de su polo de uniforme tenía algunas manchas de la pared, así que cuando escuchó que se aproximaba una ambulancia se levantó rápidamente, se sacudió la ropa e intentó secarse las lágrimas con las manos.

- Hola, Caro. ¡Qué haces aquí a estas horas? -dijo Súper, quien bajaba del asiento del conductor.
- Nada. Me senté aquí un rato a mirar el mar, que muchas veces me habéis hablado de las vistas y nunca he tenido oportunidad de ponerme - en la cara de Carolina cada vez se esbozaba una mayor sonrisa-. Lo malo es que se me ha pasado el tiempo muy rápido, jeje.
- Sí, realmente este tipo de vistas es de las que hacen que te pongas a pensar en mil cosas, y da gusto ver que las horas se pasan volando. En fin, voy a limpiar la ambulancia. ¡Cierra las puertas, Víctor!
- ¡Voy! Hola, Caro; ¿qué tal estás?
- Bien, bastante bien. Gracias.
- Se te nota algo decaída...
- No es nada. Hoy tuve un accidente de tráfico y un chico joven ha fallecido. Me he puesto a pensar en eso, y al final le he dado un buen repaso a mi vida.

La expresión de Caro definitivamente era alegre, pero no podía terminar de ocultar unos ojos tristes que acababan de llorar haría no más de cinco minutos. Pero en ese momento no quise preguntar. Cuando acabamos la limpieza, Súper se llevó la ambulancia para guardarla en el garaje, y Caro se quedó conmigo. Cruzamos una leve mirada, y ella se secó una lágrima al momento que se reía pidiéndome perdón.
- No quiero que me veas llorando, soy una tonta.
- Caro, el llorar no es síntoma de debilidad, al contrario. Es una señal de que aún somos humanos, lejos de volvernos autómatas en donde nos ha tocado vivir, haciendo lo que nos ha tocado hacer.
- Este sitio es maravilloso -dijo Caro mirando de nuevo al horizonte-. ¿Y todos venís aquí alguna vez?
- De vez en cuando, sí. Yo mismo suelo quedarme algún que otro rato para pensar las cosas y poner órden en la cabeza.

Esto último hizo gracia a Caro, que volvió a reir, esta vez con más ganas.

- Es que... no estoy teniendo una buena semana, ¿sabes? Estos días he estado de peleas con mi novio, hemos cortado esta mañana y hace unas horas se me muere un paciente... Definitivamente no es mi mejor semana que digamos.
- No importa, no tienes por qué contármelo si no quieres. Mira, este es un lugar donde cada uno viene con sus pensamientos y reflexiones, y entre los tres se intentan poner de acuerdo. Hay quién a veces viene aquí un poco antes de salir a un servicio fuerte o a un aviso grave.
- ¿Quieres decir... como si estuvieran rezando?
- Más o menos. Sólo que aquí la mayoría de la gente intenta mantener a Dios fuera de esto.
- ¿Y tú?
- ¿Yo qué?
- Hay gente que le ayuda. Y tú me dijiste que eras cristiano, hasta que eras catequista e ibas a campamentos...
- Es cierto. Pero de un tiempo a esta parte, digamos que me estoy planteando mi posición dentro de mi fe.
- ¿Y eso por qué?
- Muchas cosas. Empezando por que cada vez me encuentro fuera de lugar, y encajando en sitios donde antes sería impensable estar.
- ¿Como cuales?
- La sanidad, por ejemplo.
- ¿La sanidad? !Pero si eres enfermero!
- Cierto. Sirve como ejemplo para decirte que todo está en continuo cambio. Te tiras toda tu infancia odiando todo lo relacionado con las agujas y de pronto te haces enfermero. Cambian las personas, los entornos, los amigos no siempre son los mismos, incluso aquellos que piensas que el día de mañana serán los padrinos de tus hijos, un día te das cuenta de que no son tan buenos y decides separarte de ellos. Incluso podemos llegar a cambiar nuestra forma de vida.
- Tienes razón. Algunos cambios son buenos -dijo Carolina totalmente animada-. Y puede que si ha pasado todo esto será por algo.
- Lo que debes tener claro es que no vale la pena venirse abajo por algo que no tenga solución.

Los dos nos quedamos en silencio sonriendo y mirando al mar. Todo esa noche iba de cambios. Debía de ser esos momentos conocidos como "la calma que precede a la tempestad", porque...

- ¡Víctor, Caro, corriendo a la ambulancia que tenemos tarea!

Y la noche siguió siendo preciosa... o por lo menos su cielo estrellado.

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