lunes, 18 de octubre de 2010

Capítulo 3: Quién no busca, encuentra.

Desde que la conozco, Ana siempre me ha repetido una frase que recuerdo en todo momento. Bueno... una de las que me dice es "¿se puede saber qué estás haciendo ahora?" Pero la más importante, la que da título a este capítulo de mi vida, es esa que tanto me ha ayudado: "quién no busca, encuentra".

Sábado, 9 a.m.

Suena el despertador, era de esas mañanas que no cuesta nada salir de la cama de un salto. Ducha, afeitado, desayuno rápido y a coger el bus rumbo al Torneo FIFA 11 que se celebraba esa mañana en la Fnac; Por la tarde, campeonato de Málaga de Tekken 6. Entre todo eso y hasta el final del día, aventuras sin fin como suele ser costumbre...

La llegada al primer torneo fue espectacular: una tele gigante apartada para los participantes, zona acotada para todos nosotros y la megafonía anunciando un gran torneo.
Al principio todo bien, la fase de grupos la pude pasar sin mayores complicaciones, pero al llegar a semifinales... perdí 5-3.
No estaba todo decidido; aún podía ganar el partido por el 3er y 4º puesto, y optar por el tercer premio que consistía en el juego para la consola más una mochila llena de regalos...
Perdí 0-3.

En el momento en que el speaker daba el nombre del ganador y yo me retiraba, mi móvil sonó. Era Germán.

- Oye tío, ¿qué tal el torneo?
- Bien. Bueno, todo iba como la seda hasta que se me ha cruzado un tío en semis y no he podido con él. Luego en el partido por el tercer puesto me han manteado, y...
- Bueeeeeno, qué se le va a hacer. Escucha, es la una y media. ¿Recuerdas que tienes que ir al torneo de Tekken, verdad?

En ese momento yo me estaba yendo de la tienda, bajaba las escaleras mecánicas y asentí diciendo:
- Sí, claro. Nos veremos directamente allí, no?
- Por supuesto, yo ya estoy ultimando las cosas para irme -su voz entrecortada, su respiración acelerada y el ruido del videojuego de fondo delataban que Germán estaba "ultimando detalles" entrenando por última vez antes de salir de casa.
- Bueno, Ger, yo voy al McDonnald's y ya nos veremos directamente allí, ¿de acuerdo?
- De acuerdo. Por cierto, espero que lleves paragüas con extra de impermeable.
- ¿Por? -en ese momento, las escaleras mecánicas acabaron su recorrido, llevándome diréctamente a la puerta de salida y abriéndose ante mí la visión de estar asistiendo al Diluvio Universal 2.0 - Ostras... Vale.
- Creo que ya has visto que chispea, así que ¡suerte! Y nos vemos allí.

Me hice un mapa mental en mi cabeza. Una de las grandes cosas que me ha enseñado Cruz Roja es a aprenderme la ciudad al detalle, así que me puse a recordar paso a paso todas las zonas cubiertas que había desde allí hasta la hamburguesería.
Pasé por debajo de algunas cornisas, toldos, e incluso aproveché la marea de gente de la zona céntrica para ponerme bajo algún paragüas de gente despistada. Entré en El Corte Inglés para acortar camino y de paso mojarme menos, aunque todos me miraban con desesperación al ver que mojaba las alfombras y todas las cristaleras que tocaba a mi paso. Pero por fin llegué a mi destino.
Lo primero que hice al entrar fue subir al primer piso, meterme en el baño, cerrar la puerta y quitarme la camiseta. La puse bajo el secamanos eléctrico y me sequé con algo de papel. Lo del secamanos se me ocurrió en cuanto entré en el establecimiento. No le puse el pestillo al baño, así que un hombre que abrió la puerta se quedó mirándome con cara rara al ver a un chico sin camiseta secándola bajo el chorro de aire caliente.

- Pero es ingenioso -dije, aprovechando que igual no me entendía dada su pinta de turista. Creo que efectivamente no me entendió, ya que tal como vino, se fue.

Me pedí un menú básico y comí relajadamente, ya que iba bien de tiempo. Esperé incluso a ver si escampaba, pero como ví que era imposible me dispuse a salir. Estaba muy a gusto con mi camiseta calentita y seca, y aunque sabía que tendría que volver a salir, no creí que me iría a mojar de la manera que me mojé: tener la ropa como acabó empapada e ir completamente desnudo a la calle ese día era prácticamente lo mismo:

Cuando estaba calculando de nuevo mi ruta bajo techos y demás, dos coches tuvieron un toque en plena Alameda Principal. Uno de ellos, enfadado, dio un volantazo para quitarse de en medio sin percatarse de que un motorista venía por detrás. No pudo evitar el choque y salió volando.

- No, por favor. Ahora que estaba seco...

Me dirigí hacia el motorista para valorarle, pero aunque sólo tenía un rasguño en un brazo, dio la casualidad de que una ambulancia de Cruz Roja se detuvo justo al lado. Eran Inma, Súper y Rafa que volvían de un servicio.

- A ver, ¿qué tenemos? -dijo Rafa para informarse.
- Motorista con daño sólo en el brazo izquierdo, no se queja de nada más. Aparte le he visto caer y no se ha golpeado la cabeza.

Inma estaba abajo con una camilla, pero vio que no hizo falta y la devolvió a su sitio en la ambulancia.
El motorista se repuso, vio que la moto estaba bien y se quedó para dar parte junto a los dos coches. Todos se subieron en la ambulancia.

- ¿Para dónde vas? -dijo Inma.
- A Ciudad Jardín.
- Pues si no hay problema, sube y te llevamos -dijo mirando a Súper y Rafa.
- Por mí no hay problema -dijo Súper.
- Así nos damos una vuelta -respondió Rafa.

Con todo esto, pusimos rumbo al pabellón de Ciudad Jardín donde se daba cita el torneo. Todos vieron a una imponente ambulancia llegando al recinto, y cuando me bajé, Germán dijo impresionado:

- ¿Y esto?
- Una larga historia...

Al entrar vimos a un montón de gente, sobretodo disfrazada ya que además se celebraba un concurso de cosplay (costume play, vestirse de algún personaje, vamos). entre todos ellos, había una chica sentada leyendo un cómic. Cuando el temporizador se cumplía y las luces se apagaban, ella miraba al techo como si por arte de magia se encendieran solas. En realidad, era alguien que siempre le daba, porque en el hall estaba algo oscuro. Nuevamente, cada vez, se centraba en su libro. En una de ellas, yo fui el que le dió a la luz. La chica me miró y me sonrió, pero acto seguido volvió a evadirse del mundo y se puso a leer.

Coincidimos en unas cuantas actividades que amenizaban la tarde, algún juego de mesa y demás. Cuando llegó el momento del torneo, ella estaba entre el público animándome, definitivamente habíamos congeniado.
- Tío, la chica con la que has estado hablando está sentada en tercera fila. ¿No te desconcentrará?
- Tranquilo, me vendrá bien tener a alguien animando. Ya era hora de que Cata no estuviera sola como nuestra cheerleader particular, jeje.
Pero para qué quise dejarla allí... En el combate de semifinal, al igual que había llegado en el anterior torneo, cuando un sólo golpe decidía el combate, Orihime, que es así como se dio a conocer en el evento, se levantó de la silla:
- ¡Vamos Víctor, ¡¡ánimooooooo!! -acto seguido se tropezó, se cayó de espaldas, y cuando giré la cabeza par aver qué había pasado... me dí cuenta de que el único que no estaba interesado en la chica era mi contrincante, que aprovechó para darme un derechazo que me dejó KO.

- No puede ser... -dije entre sollozos...

Después de una tarde de charla y risas, y ver que teníamos un par de amigos en común, dijimos de ir todos a cenar, y accedí.

Tras la cena dimos una vuelta por el centro. ella era de Torre del Mar, pero no se conocía muy bien Málaga... de hecho, prácticamente no la conocía.
Al llegar a la zona de la Alcazaba y el Teatro Romano, Eugenia, verdadero nombre de la chica, dijo:
- ¿Y esto lleva mucho tiempo así?
- Pues... Algo más de 2000 años.
- ¡No, tonto! Digo así, acotado y con las excavaciones -dijo entre risas, no se esperaba la respuesta tan ingeniosa. Y a decir verdad, yo tampoco me esperaba haber sido tan ingenioso.

Nos apoyamos en las vallas, para mirar las ruinas más de cerca. Nos acurrucamos, nos juntamos cada vez más por el frío, y... nos besamos.

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