lunes, 18 de octubre de 2010

Capítulo 3: Quién no busca, encuentra.

Desde que la conozco, Ana siempre me ha repetido una frase que recuerdo en todo momento. Bueno... una de las que me dice es "¿se puede saber qué estás haciendo ahora?" Pero la más importante, la que da título a este capítulo de mi vida, es esa que tanto me ha ayudado: "quién no busca, encuentra".

Sábado, 9 a.m.

Suena el despertador, era de esas mañanas que no cuesta nada salir de la cama de un salto. Ducha, afeitado, desayuno rápido y a coger el bus rumbo al Torneo FIFA 11 que se celebraba esa mañana en la Fnac; Por la tarde, campeonato de Málaga de Tekken 6. Entre todo eso y hasta el final del día, aventuras sin fin como suele ser costumbre...

La llegada al primer torneo fue espectacular: una tele gigante apartada para los participantes, zona acotada para todos nosotros y la megafonía anunciando un gran torneo.
Al principio todo bien, la fase de grupos la pude pasar sin mayores complicaciones, pero al llegar a semifinales... perdí 5-3.
No estaba todo decidido; aún podía ganar el partido por el 3er y 4º puesto, y optar por el tercer premio que consistía en el juego para la consola más una mochila llena de regalos...
Perdí 0-3.

En el momento en que el speaker daba el nombre del ganador y yo me retiraba, mi móvil sonó. Era Germán.

- Oye tío, ¿qué tal el torneo?
- Bien. Bueno, todo iba como la seda hasta que se me ha cruzado un tío en semis y no he podido con él. Luego en el partido por el tercer puesto me han manteado, y...
- Bueeeeeno, qué se le va a hacer. Escucha, es la una y media. ¿Recuerdas que tienes que ir al torneo de Tekken, verdad?

En ese momento yo me estaba yendo de la tienda, bajaba las escaleras mecánicas y asentí diciendo:
- Sí, claro. Nos veremos directamente allí, no?
- Por supuesto, yo ya estoy ultimando las cosas para irme -su voz entrecortada, su respiración acelerada y el ruido del videojuego de fondo delataban que Germán estaba "ultimando detalles" entrenando por última vez antes de salir de casa.
- Bueno, Ger, yo voy al McDonnald's y ya nos veremos directamente allí, ¿de acuerdo?
- De acuerdo. Por cierto, espero que lleves paragüas con extra de impermeable.
- ¿Por? -en ese momento, las escaleras mecánicas acabaron su recorrido, llevándome diréctamente a la puerta de salida y abriéndose ante mí la visión de estar asistiendo al Diluvio Universal 2.0 - Ostras... Vale.
- Creo que ya has visto que chispea, así que ¡suerte! Y nos vemos allí.

Me hice un mapa mental en mi cabeza. Una de las grandes cosas que me ha enseñado Cruz Roja es a aprenderme la ciudad al detalle, así que me puse a recordar paso a paso todas las zonas cubiertas que había desde allí hasta la hamburguesería.
Pasé por debajo de algunas cornisas, toldos, e incluso aproveché la marea de gente de la zona céntrica para ponerme bajo algún paragüas de gente despistada. Entré en El Corte Inglés para acortar camino y de paso mojarme menos, aunque todos me miraban con desesperación al ver que mojaba las alfombras y todas las cristaleras que tocaba a mi paso. Pero por fin llegué a mi destino.
Lo primero que hice al entrar fue subir al primer piso, meterme en el baño, cerrar la puerta y quitarme la camiseta. La puse bajo el secamanos eléctrico y me sequé con algo de papel. Lo del secamanos se me ocurrió en cuanto entré en el establecimiento. No le puse el pestillo al baño, así que un hombre que abrió la puerta se quedó mirándome con cara rara al ver a un chico sin camiseta secándola bajo el chorro de aire caliente.

- Pero es ingenioso -dije, aprovechando que igual no me entendía dada su pinta de turista. Creo que efectivamente no me entendió, ya que tal como vino, se fue.

Me pedí un menú básico y comí relajadamente, ya que iba bien de tiempo. Esperé incluso a ver si escampaba, pero como ví que era imposible me dispuse a salir. Estaba muy a gusto con mi camiseta calentita y seca, y aunque sabía que tendría que volver a salir, no creí que me iría a mojar de la manera que me mojé: tener la ropa como acabó empapada e ir completamente desnudo a la calle ese día era prácticamente lo mismo:

Cuando estaba calculando de nuevo mi ruta bajo techos y demás, dos coches tuvieron un toque en plena Alameda Principal. Uno de ellos, enfadado, dio un volantazo para quitarse de en medio sin percatarse de que un motorista venía por detrás. No pudo evitar el choque y salió volando.

- No, por favor. Ahora que estaba seco...

Me dirigí hacia el motorista para valorarle, pero aunque sólo tenía un rasguño en un brazo, dio la casualidad de que una ambulancia de Cruz Roja se detuvo justo al lado. Eran Inma, Súper y Rafa que volvían de un servicio.

- A ver, ¿qué tenemos? -dijo Rafa para informarse.
- Motorista con daño sólo en el brazo izquierdo, no se queja de nada más. Aparte le he visto caer y no se ha golpeado la cabeza.

Inma estaba abajo con una camilla, pero vio que no hizo falta y la devolvió a su sitio en la ambulancia.
El motorista se repuso, vio que la moto estaba bien y se quedó para dar parte junto a los dos coches. Todos se subieron en la ambulancia.

- ¿Para dónde vas? -dijo Inma.
- A Ciudad Jardín.
- Pues si no hay problema, sube y te llevamos -dijo mirando a Súper y Rafa.
- Por mí no hay problema -dijo Súper.
- Así nos damos una vuelta -respondió Rafa.

Con todo esto, pusimos rumbo al pabellón de Ciudad Jardín donde se daba cita el torneo. Todos vieron a una imponente ambulancia llegando al recinto, y cuando me bajé, Germán dijo impresionado:

- ¿Y esto?
- Una larga historia...

Al entrar vimos a un montón de gente, sobretodo disfrazada ya que además se celebraba un concurso de cosplay (costume play, vestirse de algún personaje, vamos). entre todos ellos, había una chica sentada leyendo un cómic. Cuando el temporizador se cumplía y las luces se apagaban, ella miraba al techo como si por arte de magia se encendieran solas. En realidad, era alguien que siempre le daba, porque en el hall estaba algo oscuro. Nuevamente, cada vez, se centraba en su libro. En una de ellas, yo fui el que le dió a la luz. La chica me miró y me sonrió, pero acto seguido volvió a evadirse del mundo y se puso a leer.

Coincidimos en unas cuantas actividades que amenizaban la tarde, algún juego de mesa y demás. Cuando llegó el momento del torneo, ella estaba entre el público animándome, definitivamente habíamos congeniado.
- Tío, la chica con la que has estado hablando está sentada en tercera fila. ¿No te desconcentrará?
- Tranquilo, me vendrá bien tener a alguien animando. Ya era hora de que Cata no estuviera sola como nuestra cheerleader particular, jeje.
Pero para qué quise dejarla allí... En el combate de semifinal, al igual que había llegado en el anterior torneo, cuando un sólo golpe decidía el combate, Orihime, que es así como se dio a conocer en el evento, se levantó de la silla:
- ¡Vamos Víctor, ¡¡ánimooooooo!! -acto seguido se tropezó, se cayó de espaldas, y cuando giré la cabeza par aver qué había pasado... me dí cuenta de que el único que no estaba interesado en la chica era mi contrincante, que aprovechó para darme un derechazo que me dejó KO.

- No puede ser... -dije entre sollozos...

Después de una tarde de charla y risas, y ver que teníamos un par de amigos en común, dijimos de ir todos a cenar, y accedí.

Tras la cena dimos una vuelta por el centro. ella era de Torre del Mar, pero no se conocía muy bien Málaga... de hecho, prácticamente no la conocía.
Al llegar a la zona de la Alcazaba y el Teatro Romano, Eugenia, verdadero nombre de la chica, dijo:
- ¿Y esto lleva mucho tiempo así?
- Pues... Algo más de 2000 años.
- ¡No, tonto! Digo así, acotado y con las excavaciones -dijo entre risas, no se esperaba la respuesta tan ingeniosa. Y a decir verdad, yo tampoco me esperaba haber sido tan ingenioso.

Nos apoyamos en las vallas, para mirar las ruinas más de cerca. Nos acurrucamos, nos juntamos cada vez más por el frío, y... nos besamos.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Cómo he llegado hasta aquí. T 2, C.2

Cómo he llegado hasta aquí.
T.2, Capítulo 2. Cambios en la noche.


Caro estaba sentada en el suelo, apoyada en la pared y observando el cielo estrellado junto al mar, típica vista nocturna desde la base de CR Málaga. Su porte era de pesadez, la cabeza se apoyaba ligeramente sobre su hombro derecho y tenía la mirada perdida. Sus ojos reflejaban tristeza y a la vez resignación, pero también dejaban asomar lágrimas que de vez en cuando acababan cayendo por sus mejillas.

Mirando al horizonte recordaba aquellos fantásticos años que había compartido con el que hasta hacía unas horas había sido la persona más maravillosa de su vida. El blanco de su polo de uniforme tenía algunas manchas de la pared, así que cuando escuchó que se aproximaba una ambulancia se levantó rápidamente, se sacudió la ropa e intentó secarse las lágrimas con las manos.

- Hola, Caro. ¡Qué haces aquí a estas horas? -dijo Súper, quien bajaba del asiento del conductor.
- Nada. Me senté aquí un rato a mirar el mar, que muchas veces me habéis hablado de las vistas y nunca he tenido oportunidad de ponerme - en la cara de Carolina cada vez se esbozaba una mayor sonrisa-. Lo malo es que se me ha pasado el tiempo muy rápido, jeje.
- Sí, realmente este tipo de vistas es de las que hacen que te pongas a pensar en mil cosas, y da gusto ver que las horas se pasan volando. En fin, voy a limpiar la ambulancia. ¡Cierra las puertas, Víctor!
- ¡Voy! Hola, Caro; ¿qué tal estás?
- Bien, bastante bien. Gracias.
- Se te nota algo decaída...
- No es nada. Hoy tuve un accidente de tráfico y un chico joven ha fallecido. Me he puesto a pensar en eso, y al final le he dado un buen repaso a mi vida.

La expresión de Caro definitivamente era alegre, pero no podía terminar de ocultar unos ojos tristes que acababan de llorar haría no más de cinco minutos. Pero en ese momento no quise preguntar. Cuando acabamos la limpieza, Súper se llevó la ambulancia para guardarla en el garaje, y Caro se quedó conmigo. Cruzamos una leve mirada, y ella se secó una lágrima al momento que se reía pidiéndome perdón.
- No quiero que me veas llorando, soy una tonta.
- Caro, el llorar no es síntoma de debilidad, al contrario. Es una señal de que aún somos humanos, lejos de volvernos autómatas en donde nos ha tocado vivir, haciendo lo que nos ha tocado hacer.
- Este sitio es maravilloso -dijo Caro mirando de nuevo al horizonte-. ¿Y todos venís aquí alguna vez?
- De vez en cuando, sí. Yo mismo suelo quedarme algún que otro rato para pensar las cosas y poner órden en la cabeza.

Esto último hizo gracia a Caro, que volvió a reir, esta vez con más ganas.

- Es que... no estoy teniendo una buena semana, ¿sabes? Estos días he estado de peleas con mi novio, hemos cortado esta mañana y hace unas horas se me muere un paciente... Definitivamente no es mi mejor semana que digamos.
- No importa, no tienes por qué contármelo si no quieres. Mira, este es un lugar donde cada uno viene con sus pensamientos y reflexiones, y entre los tres se intentan poner de acuerdo. Hay quién a veces viene aquí un poco antes de salir a un servicio fuerte o a un aviso grave.
- ¿Quieres decir... como si estuvieran rezando?
- Más o menos. Sólo que aquí la mayoría de la gente intenta mantener a Dios fuera de esto.
- ¿Y tú?
- ¿Yo qué?
- Hay gente que le ayuda. Y tú me dijiste que eras cristiano, hasta que eras catequista e ibas a campamentos...
- Es cierto. Pero de un tiempo a esta parte, digamos que me estoy planteando mi posición dentro de mi fe.
- ¿Y eso por qué?
- Muchas cosas. Empezando por que cada vez me encuentro fuera de lugar, y encajando en sitios donde antes sería impensable estar.
- ¿Como cuales?
- La sanidad, por ejemplo.
- ¿La sanidad? !Pero si eres enfermero!
- Cierto. Sirve como ejemplo para decirte que todo está en continuo cambio. Te tiras toda tu infancia odiando todo lo relacionado con las agujas y de pronto te haces enfermero. Cambian las personas, los entornos, los amigos no siempre son los mismos, incluso aquellos que piensas que el día de mañana serán los padrinos de tus hijos, un día te das cuenta de que no son tan buenos y decides separarte de ellos. Incluso podemos llegar a cambiar nuestra forma de vida.
- Tienes razón. Algunos cambios son buenos -dijo Carolina totalmente animada-. Y puede que si ha pasado todo esto será por algo.
- Lo que debes tener claro es que no vale la pena venirse abajo por algo que no tenga solución.

Los dos nos quedamos en silencio sonriendo y mirando al mar. Todo esa noche iba de cambios. Debía de ser esos momentos conocidos como "la calma que precede a la tempestad", porque...

- ¡Víctor, Caro, corriendo a la ambulancia que tenemos tarea!

Y la noche siguió siendo preciosa... o por lo menos su cielo estrellado.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Cómo he llegado hasta aquí. T 2, C.1

Cómo he llegado hasta aquí.
T.2, Capítulo 1. ¿Y qué rayos hago aquí?


La Enfermería es la ciencia del cuidado de la salud del ser humano. Es una disciplina que en el último siglo y particularmente en los últimos años ha ido definiendo cada vez más sus funciones dentro de las ciencias de la salud. Según la definición elaborada por la Facultad de Enfermería de la Universidad de Moscú, en Rusia, es la «ciencia o disciplina que se encarga del estudio de las respuestas reales o potenciales de la persona, familia o comunidad tanto sana como enferma en los aspectos biológico, psicológico, social y espiritual». La enfermería es una profesión de titulación universitaria que se dedica al cuidado integral del individuo, la familia y la comunidad en todas las etapas del ciclo vital y en sus procesos de desarrollo.

Chicos, a veces la vida da giros tan inesperados que no sabes si los cambios que implican serán buenos o malos. Siempre nos empeñamos en pensar que nada va a salir bien, que todo se irá al infierno, y que no hay vuelta atrás. Pero... ¿y si pensáramos que esos cambios no tienen por qué ser necesariamente trágicos, nos hartásemos de valor y, simplemente, saltáramos al vacío? Pues eso es lo que yo hice en el verano del 2010, después de un largo y duro mitad de año.

- Chicos, no quiero veros más ahí debajo. ¿Es que no veis los cascotes o qué?
- Los apartamentos son pequeños, Santi. Podemos entrar y sacar a quién esté dentro sin problemas.
- Negativo. Eso es trabajo de los bomberos. Si queréis, estad preparados con el equipo de oxígeno y los útiles para quemados.

El humo era denso y las llamas altas, pero para el Equipo de Rescates y Emergencias nada es demasiado. En él hay gente que necesita de esto para sentirse útil, realizado, vivo. Y sobretodo... hay gente que no se puede estar quieta.

- Voy a entrar. Víctor, cúbreme desde aquí y me vas guiando.
- ¡Espera!
- ¿Qué pasa?
- Por ahí no... Entra por la ventana de la derecha, que al menos está abierta.

Rafa me miró con aprobación y una media sonrisa en la cara al ver que le apoyaba y le guiaría mientras él estuviese dentro. Era un chico impulsivo, así que de nada servía retenerle. Además, hacía bien su trabajo.

-
Patrol 11, aquí Patrol 9. ¿Me recibe?
- Aquí Patrol 11. Perfectamente. Contacto visual establecido.
-
De acuerdo. Vigile la zona alta, me dijo hacia allí.
- Negativo, Patrol 9. Esa zona es el foco del incendio; desista avance.
-
Recibido. ¿Alguna otra forma de llegar?
En ese momento algunos cascotes y materiales envueltos en llamas comenzaron a caer.
- Negativo. Media vuelta, Patrol 9, ¡media vuelta!

Al salir, Santi nos recibió con cara de pocos amigos y con los brazos cruzados
- Dadme los pokets (N del T: walkie talkies). Los dos.
Nos miramos con disgusto, pero al final tuvimos que darle los walkies y quedarnos en la ambulancia hasta que los primeros heridos tuvieron que ser evacuados.

- Vosotros dos: os quiero en la ambulancia 2 y echando leches hacia Carlos Haya (N del T: hospital de Málaga).
- De acuerdo, pero yo conduzco -dije en un intento de que colase, pero...
- Negativo. Rafa, toma las llaves.

La cara de Rafa era de alegría mientras que la mía era de pasividad Otro día sería...

-Esperadme chicos. Me voy con vosotros.

Era Carolina, una nueva enfermera que venía en la ambulancia a la espera de pacientes a los que trasladar al hospital.

Una vez todo acabado, nos vimos de nuevo todos en la base de Cruz Roja, en el Puerto de Málaga. La noche era preciosa, sin nubes y se podía ver un precioso cielo estrellado. Además, la brisa marina que acariciaba la cara hacía una noche perfecta para pasear junto al mar.

- Decidme, chicos. ¿Por qué estáis aquí? -dijo Carolina, para iniciar una conversación entre los tres.
- Yo buscaba algo diferente, algo que hacer fuera de la rutina. Por eso elegí hacer esto - dijo Rafa.
- ¿Y tú, Víctor?
- ¿Yo? Bueno, en realidad esa es una pregunta corta con una respuesta muy larga.
-¿Cuánto de larga? -volvió a preguntar la enfermera
- Años de larga -se rió Rafa. Me hizo reír también a mí.
- Si no quieres, no tienes por qué contarlo -dijo la chica.
- No, no es eso -apunté-. Es sólo que lo que dice Rafa es cierto. Es bastante complicado de explicar. Verás, estoy aquí por muchas cosas. Me gustan las urgencias más allá que una simple ambulancia. Me gustan los rescates, la subida de adrenalina, el tener que pensar rápido y acertadamente en momentos de máxima tensión...
- Y por resetear -me cortó Rafa.
- ¿Resetear? -dijo la enfermera.
- Sí. ¿Nunca te ha dicho por qué empezó en Cruz Roja Benalmádena?
- Creo recordar que porque le gustaba la costa y el ambiente de allí, ¿no era eso?
- En parte sí, pero... fue por más cosas. Bueno, por una cosa en concreto.
- Te estás pasando, Rafa. Pero ahora no me dejas más remedio que explicarlo -dije-
- Me estáis asustando bastante los dos...
- Tranquila, te lo explicaré. Fue por una chica.
- ¿Una chica? Era ella de Benalmádena entonces...
- No, no... Más bien al contrario. Yo no fui para buscar, sino para alejarme.

Esa noche fue lo bastante larga como para poder contarle toda la historia. Cómo conocí a Sasha, cuanto pasamos juntos... Y por qué me recorrí media costa malagueña buscando tener mi cabeza ocupada para no pensar en algo que fue importante en mi vida... y que por el curso que va a tomar esta historia veréis que no ha dejado de serlo. Ni dejará de serlo nunca.

domingo, 6 de junio de 2010

Capítulo 8. Fuegos artificiales.

A partir del verano de 2009, hace justo ahora un año, la historia que estoy contando comenzó a tomar un rumbo significativamente distinto, y es que comenzaron a ocurrir las cosas que definitivamente me llevarían, un año después, a poner rostro y nombre a la verdadera felicidad con la que me daría completamente de lleno. Y como os digo, se dieron una serie de situaciones para ello.

Cuando llegué a Cruz Roja Málaga, redescubrí mi propia ciudad, y es que no era lo mismo salir a pasárselo bien o simplemente ir a dar una vuelta que subirse en una ambulancia y cubrir las emergencias que ocurren diariamente. Pero eso fue antes de adaptarme por completo al equipo de Emergencias. Antes, como tenía todo el tiempo libre, me apunté nada más llegar al programa de baño adaptado. Esta tarea consistía en llevar a la playa y poder bañar a gente impedida, tanto física como psíquica, y se estaba todo el día allí. Era fantástico, muy bonito. Pero un día, cuando recogíamos todo, mi teléfono sonó. Era del Equipo de Emergencias.

-Hola, Víctor. Hay un incendio forestal en Estepona y vamos a mandar una ambulancia. ¿Podrías estar aquí en media hora?

Le expliqué la situación a un compañero que estaba al lado mía. Me dijo que él me llevaba, puesto que tenía que pasarse por base para recoger algunas cosas.

-Sí, claro. Estaré allí lo antes posible.

Llegamos al lugar del suceso poco después del anochecer. Una enorme bola de fuego que en realidad era una montaña totalmente sepultada por las llamas. Era desolador, arrasador, destructor... Era... hasta bonito.

En cuanto llegamos a nuestra posición, vimos bajar todo el grupo de retenes, grúas, camiones y coches de policía y guardia forestal.

-¡Rápido, hay que irse de aquí! El viento está cambiando, debemos trasladarnos a la otra ladera.

Apenas nos habíamos bajado de la ambulancia, tuvimos que subirnos corriendo, arrancar y darnos la vuelta para no ser arrollados por todo el equipo de extinción del fuego.
Seguidamente, cuando llegamos a, esta vez sí, nuestra posición definitiva, pudimos bajarnos y contemplar de nuevo toda aquella destrucción medioambiental. Nuestra ocupación era atender a los miembros del retén que se retiren a cada cambio de turno. Quemaduras y hematomas estaban a la órden del día, e incluso atendimos a un tipo al que se le había caído un ladrillo en un pie.

Y después legó la luz del día, y con ella, un equipo aéreo formado por helicópteros e hidroaviones que formaban la cobertura desde el aire. Y a media mañana, la Unidad Militar de Emergencias, UME, fueron los que se encargaron de a situación.

Pasadas 18 horas desde nuestra llegada, nos llamaron diciendo que el segundo equipo de relevo había partido hacia la zona, y que cuando llegara nos retirásemos de vuelta a Málaga. Cuando ocurrió, no había pasado ni la mitad del incendio, que llegó a prolongarse hasta tres días. Al llegar, estábamos abatidos, y recuerdo que estuve durmiendo casi un día entero.

Dos meses más tarde, el día del concierto-inauguración de la feria de Málaga, fue mi primer servicio de verdad en Málaga.

-El servicio se desarrollará de la siguiente manera: como veis, hemos habilitado el PMA -Puesto Médico Avanzado, el hospital de campaña, vamos - a la entrada del Paseo Marítimo Antonio Martín. Allí se encontrarán 3 personas. Un médico de la compañía Flying Doctors, un enfermero y una persona de apoyo. El resto irá en las ambulancias y formando patrullas de dos a tres personas.

Por ser el "nuevo", a mí me tocaba ser la persona de apoyo dentro del PMA. Y es algo que agradeceré toda mi vida. Desde las 8 de la noche que comenzó el servicio hasta las 9 de la mañana del día siguiente había atendido a más de 280 personas. Desde simples intoxicaciones etílicas hasta dos personas a las que se les tuvo que poner puntos de sutura. Fue una noche magnífica, sin duda, de las mejores que he tenido en mi vida.

-Víctor, tenemos un aviso de una persona que no puede moverse en la arena, parece que se le ha salido la rodilla o algo, ¿podrías venir?
-Claro, vamos para allá.

Estaba muy oscuro, no sabíamos si pisábamos toallas, arena o gente, aún así íbamos con cuidado pero deprisa puesto que había que llevar a la persona al hospital lo antes posible. Cuando llegamos al lugar, una chica nos recibió. Seguía estando muy oscuro, por lo que no pude verle la cara.

-Hola, aquí. Se trata de mi amiga, se le quedó el pié en la arena bailando y le duele mucho la rodilla.

-La tiene muy inflamada. Tiene que haberse salido algo -dijo mi compañero, alumbrando con una linterna.
-Pues no se hable más -dije-. Nos la llevamos.
-Muchísimas gracias, ¿puedo ir con ella? -dijo la chica.
-Claro que sí, viene bien que haya un acompañante.
Cuando estábamos llegando a una zona más iluminada, recibí un aviso por radio. Me necesitaban con urgencia en el puesto médico.

-Debo irme, ¿seguro que podéis llevárosla vosotros solos?
-Sí, caro. Nos está esperando Iván en la ambulancia.
-De acuerdo. Nos vemos luego.

Así que se llevaron a la chica al hospital, subiéndola a la ambulancia justo al mismo tiempo que lanzaron los fuegos artificiales que darían por comenzada la feria de Málaga de 2009.

Y ese fue el final de la historia de esa noche. Y esta, la primera de las numerosas situaciones que llevarían a encontrarme con esa felicidad un año más tarde; porque ella, un año después, me acabaría contando que era la acompañante de la chica a la que llevaron al hospital.

lunes, 31 de mayo de 2010

Buscando la felicidad.

Capítulo 7. Paquete.

Algunos creerán que un año es lo suficiente como para olvidar una relación. Y eso creía yo, hasta esa misma tarde. Por eso, la historia que ayer conté no es exactamente como la conocéis hasta ahora. El 28 de mayo de 2009 yo tenía planes, iba a tomarme algo con unos amigos, pero una hora antes de irme comencé a hablar por messenger con Sasha. De todo lo que podríamos haber hablado, de todo lo que me podría haber contado, todo lo que me podría dicho y todo lo que podría haberme hecho saber, escogió lo que, en ese momento, creí que era lo peor que podría decirme nunca.

Víctor: Ah, novio? Me alegro muchísimo, Sasha!! ^^
Sasha: Gracias! jeje. Pues sí. Estamos saliendo.
Víctor: Y qué, cómo va? Todo bien?
Sasha: Pues sí, es un chico muy bueno, me encanta. Lo pasamos muy bien.
Víctor: Me alegro muchísimo, Sasha, no sabes lo contento que estoy ^^
Sasha: Gracias, jeje.
Víctor: En serio, me alegro de que te vayan bien las cosas. ^^
Sasha: Que sí, que gracias.
Víctor: Estouy super contento ^^
Sasha: Víctor, estás bien?
Víctor: Sí, en serio. Es que me alegro tanto que...
Sasha: Víctor... por favor.
Víctor: Me está dando un ataque ^^
(silencio de un minuto)
Sasha: No tendría que haberte contado nada...
Víctor: No, si has hecho bien, de verdad.

No había hecho bien. Por lo menos no es lo que me parecía en ese momento.

Sasha: Ya ha pasado un tiempo... No deberías de estar bien ya?
Víctor: Debería... U.U
Sasha: Ains... Definitivamente no debería de habértelo dicho.
Víctor: Que no, mujer. Has hecho bien. Eres psicóloga, estarás de acuerdo conmigo en que los tratamientos de choque ayudan ^^
Sasha: Pues menos mal que no te he dicho que me caso...
Víctor: No lo hagas ^^
Sasha: Casarme?
Víctor: No, avisarme. Por lo menos, no de sopetón.
Sasha: Si quieres te lo digo en una fiesta...
Víctor: No me puedo creer que siga así... U.U
Sasha: Bueno... Tengo que irme.
Víctor: Y yo. Ya hablamos. Besos.
Sasha: Ok, un beso!

Esa tarde se me quitaron las ganas de todo. De salir, de comer, de dormir... Y el caso es que sabía que no era por el hecho de que Sasha estuviera saliendo con alguien, sino que no me podía creer que, incluso un año después, pasara lo que pasara, yo no dejase de estar pillado por ella.
Como si de una pequeña muerte se tratase, vi pasar mi vida por delante de mis ojos, pero sólo el tramo de 4 años en los que la conocí y empezamos a salir juntos. Los momentos de juegos, desde cuando hablábamos inglés hasta que le enseñaba español y ella a mí ruso. Las veces que salíamos, las veces que estábamos a solas, los paseos por la playa cogidos de la mano, los viajes... No se volverían a repetir. Y en ese momento, mientras estaba abatido y tumbado en la cama, mirando al techo y pensando que mi operación de alejarme de esos recuerdos se había ido al traste en tan sólo 20 minutos, fue cuando Tania me llamó proponiéndome ir con ella al concierto.
Y me devolvió la ilusión.

Entonces, llegó el día del concierto. Tania llegó del tren a eso de las 3 de la tarde, así que almorzamos en el centro. Después fuimos al auditorio donde se haría el concierto, y estuvimos guardando cola desde las 18:00... siendo el concierto a las 22:00.
Durante todo el tiempo que estuvimos guardando cola hubo tiempo para que yo realizase un par de intervenciones en chicas con ataques de ansiedad y golpes de calor, y para cambiar un par de veces de cola viendo que una iba más descargada de otra... para luego darnos cuenta que era justo lo contrario.
En definitiva, fue una noche maravillosa. Ella, disfrutando del concierto; yo, disfrutando de su compañía. Incluso hubo un tiempo para bailar juntos, muy pegados, pero...

-¿Que no la besaste? ¡Paquete!
-Isra, te he dicho mil veces que no vuelvas a llamarme eso.
-Pero es que lo eres, ¡paquete!
-¿Qué es eso de paquete? -dijo Ana.
-Fue en el campamento donde Víctor y yo nos conocimos. ¿Recuerdas que hace años él estaba por mi hermana? Pues una vez, de las que mi madre y ella venían a recogerme, mi hermana fue a despedirse de él...

"-Isra, nos vamos.
Voy!
-Bueno, Víctor, tengo que irme" -dijo mi hermana. Entonces a Víctor le entró el pánico de adolescente y fue cuando giró la cara.
-¡Mi madre me llamó!
-Vamos, giraste la cara. Si tu madre ni siquiera estaba allí.
-Estaba detrás tuya, listillo.
-Ya...
-Vamos los dos, dejad de pelearos.
-¡Paquete!
-¡Ana!
-¡¡Que ya vale!! -nos cortó Ana- De todas formas, Víctor, quizá debieras haberla besado.

Esa conversación siguió durante toda la noche, debatíamos acerca de si habían señales suficientes para haberla besado o por el contrario sólo quería ir a un concierto con un amigo que sabía que iba a estar disponible. Aunque llegué a comprender que ese era exactamente el fallo, hasta años después no recibí la respuesta por parte de la persona implicada: Tania me contó que incluso estaba esperando que la besase.

Por eso, chicos, si alguna vez tenéis la oportunidad de hacer algo como esto, no penséis que puede estar mal o ser una equivocación. Pensad que se puede convertir en un momento maravilloso y apasionado, y este tipo de momentos son de lo mejor que se puede experimentar.

domingo, 30 de mayo de 2010

Buscando la felicidad.

Capítulo 6. Llamadas.

Recapitulemos. Nos encontramos en un punto de la historia en la que sigo intentando remontar el vuelo después de haber cortado una maravillosa relación con una maravillosa chica. Para ello dejé mi ciudad para embarcarme en una aventura con objetivo de comenzar una nueva vida. Un nuevo ambiente, situaciones nuevas, gente nueva... Y todo parecía ir bien, incluso conseguí comenzar una relación y hacerla llegar hasta un cuarto de año y un día con Carmen Ortega. Entre tanto conocí a más chicas, y una de ellas es Tania.

Tania es una chica increíble. Muy simpática, habladora y divertida. Nos conocimos en un bar de la costa y resultó que ya nos conocíamos de antes, aunque yo estuviese más lúcido que ella en aquella ocasión... El caso es que con ella me sentía atraído de una manera que no me había sentido antes, incluso con mi posterior relación. Era una sensación bonita, de las que dibujan una sonrisa en la cara cada vez que ves una foto suya, oyes su nombre en la televisión o lo lees mientras estás buscando el teléfono de alguien en el móvil por la letra "t".

Pero retomemos la historia, y nos situaremos a finales de mayo, día más o menos por estas fechas, hace un año:

28 de mayo de 2009

Por aquél entonces, yo me propuse dejar mi obsesión desesperada por encontrar alguien que "sustituyera" de algún modo el hueco dejado por Sasha, y que ni siquiera mi primera relación estable después de aquello había podido arreglar. Por eso, busqué nuevas maneras de aprovechar el tiempo.
Comencé a hacer algo que no había hecho nunca, y era pasarme todo el día en la facultad, sin pisar mi casa ni siquiera para comer. También aumenté mi actividad en Cruz Roja, lo que hacía que mantenerme ocupado en lo que más me gusta conseguía que mis mente se centrase en una sola cosa.

Pero el 28 de mayo, estando en casa solo y matando el tiempo en cualquier tontería, pasó algo que cambió (una vez más) el curso de esta historia. Y empezó con una llamada telefónica que recibí esa tarde:

-¿Diga?
-¿Víctor? ¡Qué alegría oírte! Hola soy Tania. Estoy muy nerviosa, no sé qué hacer. Hay una chica, está en el balcón. Yo... ¡¡¡¿¿¿Qué hago???!!!
-Ehm... Lo primero, tranquilizarte. Y lo segundo, dime qué pasa y ¡hazme el favor de colgar y llamar al 112!
-Pues hay una chica... que se ha tirado, está suspendida en el balcón, no ha caído gracias a las cuerdas del tendedero.

No era capaz de colgar y llamar a los servicios de emergencia. De alguna manera, su impulso la llevó a llamarme a mí para que pudiera hacer algo. Sabía que no podía defraudarla, pero me era imposible llegar a tiempo, estaba a una hora de allí.

Al final, la suerte quiso que otra persona llamara a los bomberos, y también hizo que el parque de bomberos estuviera a sólo dos manzanas del lugar. La chica se salvó. Esa noche, después de un par de tilas y relajarse en casa, Tania volvió a llamar:

-¿Qué tal, más tranquila?
-Sí... gracias por haberme ayudado
-Yo no he hecho nada, sólo he hablado contigo.
-Ya pero... eso me ha ayudado. Me he sentido segura, por eso llamé. Eras la única persona en la que quería confiar en ese momento.
-¿Ah, sí? ¿Y eso?
-Porque eres enfermero, estás en Cruz Roja... No sé, desde siempre me inspiras confianza.
-Bueno, me alegro de haberte servido de ayuda, Tania. Ahora a descansar y a relajarte, que te vendrá bien.
-Sí... Hey, Víctor, una cosa. Hay un concierto del Canto del Loco esta semana, ¿quieres que vayamos juntos?
-¿A un concierto del grupo cuyo vocalista canta con las fosas nasales?

En ese momento se formó un silencio del que estaba seguro que al otro lado Tania estaría mirando al vacío con cara de mala leche. Pero era una oportunidad muy bonita para estar con ella, así que...

-Claro que quiero ir.
-¡Bien! Ya verás, va a estar genial. Y podríamos quedar pronto, e ir a comer, dar una vuelta por el centro o algo.
-Es un buen plan. Me apunto.

Y así fue como Tania y yo fijamos nuestro primer encuentro sin tener que vernos después de acabar algún turno o no tener tiempo y terminar hablando por teléfono.

jueves, 27 de mayo de 2010

Buscando la felicidad.

Capítulo 5. Agridulce.

Chicos, para esta nueva parte de la historia es necesario que conozcáis desde el principio a los dos mejores amigos que he tenido nunca; ellos son Isra y su novia Ana. Israel y yo nos conocimos en un campamento a raíz de, cómo no, una chica. Y es que me enamoré perdidamente durante años de su hermana que iba a recogerle al acabar las convivencias a la que asistíamos.
Por esa razón fue por la que empecé a juntarme con él, pero al final, cómo son las cosas, acabó siendo mi mejor amigo, aunque nunca llegué a salir con su hermana.

Ellos son los que desde el primer momento siempre sufrieron mis bajones tras haber cortado con Sasha, y mis desilusiones cada vez que parece que se dislumbra algo con una chica y todo acaba por los suelos. Hasta el día de fin de año de 2008.

31 de diciembre de 2008

Cada dos años, mi familia al completo se reúne en casa de mi tío para celebrar el fin de año. Y como el año pasado, Isra, Ana y yo volvimos a quedar para salir después de las campanadas. Pero ese año, las cosas no salieron como estaba previsto.

-¿Diga? Hola, Isra.
-Víctor, soy Ana.
-Hola, Ana, ¿dónde estáis?
-En casa de Isra. Parece que algo en la comida estaba mal y, bueno... Isra está algo indispuesto.
-Vaya. Entonces...
-Dice que lo siente mucho, que no va a poder salir. Yo me quedaré con él.
-Bueno, no pasa nada. A ver qué me invento. Si no, me iré a casa. No os preocupéis, dile que se mejore.

Y allí me encontraba yo, en plena Calle Larios, rodeado de gente celebrando que el 2009 había llegado. Pensé qué podía hacer, si sería mejor cogerme un taxi de vuelta a casa o llamar a alguien.
Iba a optar por lo primero, pero sucedió algo que cambiaría no sólo el rumbo de la noche, sino de los meses venideros. Recibí una llamada:

-¡Feliz año nuevo, Víctor! ¿Qué tal, lo estás celebrando ya, no?
-Pues, el caso es que se me ha truncado todo. Los amigos con los que iba a salir no pueden, y...
-Vaya, qué lástima. Pues yo estoy en Fraggle Rock. ¿Quieres venir?
-Pues... de acuerdo.

Carmen Ortega era una chica maravillosa. Nos conocimos en el instituto, ya que yo estaba en el equipo de baloncesto y ella también. Al terminar, nos perdimos la pista, hasta el verano de ese mimo año, en el que nos encontramos, retomamos el contacto, y nos veíamos de vez en cuando.

Esa noche fue una de las mejores que he tenido. Nada importaba, sólo el mero hecho de pasárselo bien. Cuando nos quisimos dar cuenta, ya eran las 9 de la mañana. Salimos de aquél sitio cogidos del brazo; no hacía frío, pero queríamos acompañarnos el uno al otro.

-No va a salir bien -dijo Isra en el bar al día siguiente.
-Ya estamos... ¿y por qué no? -yo acababa de contarles la historia de mi fin de año e Isra ya estaba cortándome el rollo.
-Pues porque cada vez que nos hablas de alguien, acaba mal o no termina pasando nada.
-Eso es cierto -dijo Ana-. Haz memoria; ha pasado con todas las chicas de las que nos has hablado.
-Pero ahora es distinto. Voy sobre seguro. Anoche fue fantástico; bailamos, nos abrazamos...
-¿Os besásteis? -dijo Isra.
-Am... no -respondí.
-Se vuelve a cumplir mi teoría. Ahora nunca lo vas a hacer.

Discutimos sobre eso horas, pero durante esa misma semana, salí con Carmen tres veces más. Hasta que a la tercera...

-Bueno, pues ya hemos llegado. Aquí para mi bus.
-Bien, entonces, ya nos veremos otro día.
-Sí...

Entonces pasó algo que nunca sabré definir de manera coherente. Me iba a despedir con dos besos, pero... El segundo no fue precisamente en la mejilla.
Entonces, me la jugué diciendo una estupidez:

-Perdona, no he entendido bien lo que me has dicho. ¿Podrías repetirlo?

Pero la estupidez, esta vez salió bien; muy bien. Tanto que lo repitió durante un buen rato. Y acabé entendiéndolo a la perfección.
Al día siguiente...

-...así que tu teoría queda oficialmente infundada.
-¿Quién ha dicho que mi teoría ya no sea válida?
-La he besado, Isra. ¿Qué más quieres?
-Sí, pero la teoría de Isra es que no va a acabar bien, no que no la besaras -se apresuró a apuntar Ana.
-Pues esta vez va a salir bien, ya lo veréis.

Durante esos meses todo salió a la perfección, incluso nos fuimos de viaje un par de veces, pero cuando más confianza teníamos, peor iban las cosas...
La relación sufrió una transformación. Las peleas y discursiones estaban a la orden del día. El cariño y la pasión se convirtieron en regañinas y gritos. Y ya no podía más. Corté con ella el día después de hacer 3 meses de relación.

-Te lo dije. El marcador queda Teoría de Isra nosecuántos, Víctor cero.
-Pues tenías razón. A final nada ha salido como esperaba.
Mi cara de abatimiento era una de las más grandes observada en años.
-¿Sabes cuándo saldrá algo como te esperas? -dijo Ana- Cuando no lo busques. Te pasas el tiempo buscando a la mujer de tu vida, en vez de una simple relación. Cuando tengas eso, es el momento de madurarlo. Pero no comiences la casa por el tejado.
-Tienes razón. Está decidido. A partir de ahora no buscaré a nadie. Estoy aquí, me conocen. Quien me quiera sabe dónde encontrarme.

Pero nadie intentó "encontrarme" en meses. Hasta que un día sonó el teléfono.
-¿Diga?
-¿Víctor? ¡Qué alegría oírte! Hola, soy Tania.

lunes, 24 de mayo de 2010

Buscando la felicidad.

Capítulo 4. Decisión.

Chicos, os estoy contando cómo fue mi vida a partir del verano que acabé mi relación con Sasha. Sobre ella debo decir que fue, es y será siempre la chica más maravillosa del mundo. Es la única persona que me ha hecho sentir cosas que nunca nadie me ha vuelto a hacer sentir, y eso hace que durante toda mi vida le tenga un cariño especial totalmente diferente al resto de las personas presentes en mi vida. Con ella pasé los 3 mejores años de mi vida, no lo dudo. Y debo agradecerle a ella el empezar aquél verano en Cruz Roja y haberme convertido en lo que ahora soy, puesto que, si no hubiese querido "huir" de todo y cambiar mi vida, nada de esto habría pasado.

Pero ella también tuvo su parte; también se fue un tiempo, también quiso rehacer su vida y lo hizo de manera que se fue a estudiar a Madrid. Dicen que el tiempo y la distancia todo lo cura. Bueno... algo ayuda.

Residencia Universitaria de la Universidad Politécnica de Madrid, Octubre de 2008.

Era de noche y Sasha se encontraba sentada en su cama mirando por la ventana. Concretamente miraba al cielo, y se fijaba en los aviones que pasaban de vez en cuando, iluminando las nubes en la noche.
-¿Qué haces despierta?- dijo su compañera de habitación-¿Ocurre algo?
-No, nada. Es sólo que... Un buen amigo estará mañana una hora y media en el aeropuerto. Se va una semana a Marruecos.
-¡Vaya! ¿Y eso?
-A llevar ayuda humanitaria. Es la primera vez que va.
-Pero, ¿estás preocupada por él? Tranquila, si va es porque es seguro.
-No, no es eso. El caso es que hace tres meses que no le veo, y puede que no le vea hasta que acabe la carrera...
-Bueno, no te preocupes. Seguro que le ves más pronto de lo que piensas.
-¿Cómo lo sabes?
-Mi abuelo me decía que el destino siempre sorprende.
-Esperemos que sea para bien...- y, diciendo esto, se durmió con una sonrisa dibujada en su rostro.

Terminal Pablo Ruíz Picasso, Aeropuerto de Málaga, 18 de octubre, 04:18 am.

¿Era un velocista? ¿Era el primo blanco de Ussaint Bolt? No, era yo intentando que no se me escapase el primer avión que me llevaría al aeropuerto de Barajas.
No es fácil correr con una maleta de ruedas de 15 kg. de peso. Y tampoco es fácil hacerlo con ella bajo el brazo. Pero era necesario, una carrera de 7 minutos decidían si podría ir a Marruecos o me quedaría en tierra.
Muchas veces he volado, pero la sensación parece que siempre es nueva. No hay nada mejor que mirar por la ventanilla y admirar el mundo desde arriba, poder reconocer lugares y buscar sitios que conozcas.

Terminal T4 de Barajas, Madrid, 05:00 am.

El viaje apenas duró media hora. Ahora tocaba tranquilidad, ya que no sería hasta dentro de hora y media cuando tendría que embarcar de nuevo, ahora si, rumbo a la puerta de África. Pero en Barajas me esperaría la primera sorpresa...

-¡Víctor! -una figura de una chica de pelo largo y cuerpo estilizado se abría paso conduciendo un boogey entre la mucha gente que, aún siendo madrugada, circulaba por la terminal. No me lo podía creer. Era...

-¿Sasha?

Madrid, 04:19 am.

¿Era Fernando Alonso en un coche de calle? ¿Un rally nocturno, quizá? No, eran Sasha y su compañera de piso, rumbo al aeropuerto de Barajas.
-¿¡No puedes ir un poquito más despacio!?
-Pero vamos a ver, ¿quieres o no quieres volver a verle?
-Claro que quiero, pero me gustaría verle VIVA.
-No te asustes, mujer... Como si fuese la primera vez que cojo esto a más de 120 km/h.

Llegaron al aeropuerto entre bandazo, acelerones y volantazos que, si no fuese por los cinturones de seguridad, habrían hecho que Sasha saliese disparada del coche en la primera rotonda.

-Vamos, no pierdas tiempo. Entra ahí y entérate de su puerta de embarque.
-Pero, ¿y tú?
-Tengo que buscar aparcamiento. No te quedes ahí, mujer, ¡corre!

Sasha se apresuró a entrar en la terminal, y fue a información a preguntar sobre el próximo vuelo que tendría que llegar desde Málaga. Le dieron una lista, tenía 3 puntos de llegada, todas ellas separadas por kilómetros de recorrido. "Es el fin", pensó ella, pero...

-¡¡Sasha!!

La compañera de piso de Sasha apareció de la nada con un cochecito para transportar maletas, e iba bastante rápida.

-Se nota que te gustan los coches. Le caerías bien a Víctor.
-Sí, pero para eso tenemos que alcanzarle. Así que sube de una vez.

Otro viaje movisito en coche era todo lo que Sasha necesitaba para terminar de despertarse. Ya lo estaba, así que era todo lo que necesitaba para vomitar su cena. De pronto, vislumbró su objetivo detrás de una cristalera.

-¡Eh, eh, eh! ¡Es él!
-No jodas... está a unos 2 km. de distancia.
-¿¡Qué!? ¿Cómo va a estar a tanto? Si está ahí, ¿no lo ves?
-Así de peculiar es el aeropuerto de Barajas, Sasha. Un entramado de galerías que ponen a prueba la pericia y paciencia de los viajeros. Pero no te preocupes, conozco un atajo.

Ese "atajo" conllevaba meter el boogey en un ascensor, y hasta en un vagón del metro subterráneo. Aparte hay más recorrido y cosas que hicieron, pero Sasha nunca ha sabido explicar de un modo razonable qué hicieron.

-Hemos llegado. Sigue tú.
-¿Cómo que siga yo? No he usado un cacharro de éstos en mi vida.
-Es fácil. Yo estoy cansada, me voy a tomar algo a este bar. Nos vemos aquí.
-Mmm... ¡Está bien, de acuerdo!
-¡Pues corre, que se te va!

Lo que viene a continuación, ya lo conocéis:

-¡Víctor! -una figura de una chica de pelo largo y cuerpo estilizado se abría paso conduciendo un boogey entre la mucha gente que, aún siendo madrugada, circulaba por la terminal. No me lo podía creer. Era...

-¿Sasha?

Cuando llegó a mí fue cuando de verdad me dí cuenta. Era ella. ¡Era ella!

-Pero ¿qué haces aquí?
-¿Tú qué crees? He venido a despedirme. No voy a desaprovechar la oportunidad de vivir en la ciudad y no verte.
-Vaya, no sé qué decir... Tengo una hora antes de que salga mi vuelo, si quieres podemos...
-Sí, vamos a este bar, me está esperando mi... ¿...?

Años después me dijo que ese silencio era porque allí no había nadie.

-¿Tu...? Venga, vayámonos a tomar un café.

Chicos, esa hora fue, sin duda, una de las mejores que he tenido en mi vida. Sólo con ese acto Sasha me demostró que le importaba, y que pasara lo que pasara, estuviésemos donde estuviésemos, nuestra amistad duraría para siempre. Y, de no ser por este hecho, quién sabe, pero posiblemente aún habríamos seguido sin hablar; y lo que es peor aún, sin saber nada el uno del otro.
Por eso, cuando recordamos ese día, sabemos que, aunque hasta ahora no hayamos vuelto a estar juntos, la vida nos puede dar muchas sorpresas. Pero todas ellas comienzan con una decisión, con un acto. Y, a veces, es bueno cometer locuras, porque después de todo, puede que al final no lo sean tanto.

viernes, 21 de mayo de 2010

Buscando la felicidad.

Capítulo 3. Cenicienta

Chicos, un verano en un pueblo costero, lleno de turistas y alejado de tu casa es lo mejor que alguien puede hacer para olvidar una relación. Y por aquel entonces a mí me servía, ya que vivía rodeado de buenas vistas al mar, a la playa... y a los (las) bañistas. ^^
Y como enfermero en puesto de socorro, la tranquilidad me brindaba que las mayores urgencias fuesen rozaduras, picaduras de medusa o tener que extraer las púas de erizo de los pies de la gente.

Las guardias nocturnas por Puerto Marina son una historia completamente diferente. De 11 de la noche a 6 de la mañana, plantamos nuestra ambulancia en los aparcamientos de la avenida del puerto deportivo y nos preparamos para todo lo que se nos eche encima: desde simples tiritas para chicas a las que les molesta los tacones, hasta traslados al hospital porque alguien se ha caído clavándose los añicos de su copa rota...
También están las típicas despedidas de soltero. Por aquel entonces, Puerto Marina era uno de los núcleos de celebración de despedidas de soltero más populares de toda Málaga. Es fácil reconocer al novio del resto del grupo: es el que viste más vistoso. Recuerdo una vez que un grupo de toreros, de los cuales el matador era, obviamente, el novio, se nos acercó, y uno gritó:

-Eeeeeh, qué pedazo de disfraz. ¡Y mirad, si han tuneado la furgo y todo! -sí, chicos, la "furgo" era nuestra ambulancia.

Pero una noche, mejor dicho, una mañana, puesto que el sol ya asomaba por el horizonte, pasó algo que nadie, ni siquiera yo, podría esperar.
Recibimos un aviso de que una chica se había torcido el tobillo y lo tenía como una pelota de tenis. Claro estaba que no podía andar, y cuando llegamos al bar donde se había producido el incidente, vimos que una chica se había caído de la tarima de la zona de baile. En estos casos la actuación es fácil. "Bolsa de frío, a la ambu y a volá p'al hospitá".

Cuando llegamos, y la dejamos, vimos que aún no había llegado ningún acompañante. Así que esperamos unos 20 minutos hasta que llegó en taxi una amiga.

-Gracias, no sé qué habríamos hecho sin vosotros.
-No tienes por qué darlas, para eso estamos -dije.
-Nosotras la habríamos traído, pero es que... Bueno... No nos fiábamos -apuntó con un movimiento de "empinar el codo", el cual entendí perfectamente.
-No te preocupes. Yo soy el primero que te agradece que no lo hayáis hecho. Bastantes accidentes de tráfico y borrachos tenemos que atender en una noche. Gracias a tí por ahorrarnos trabajo, jeje.
La que no andababa muy fina del todo era la amiga, que no había apenas bebido, pero no lo estaba pasando muy bien con un tobillo igual de hinchado que su muslo...

Al llegar a base y revisar que todo estaba bien, reponer el material usado y limpiar por dentro y por fuera, nos dimos cuenta de un detalle. Algo que alguien se había dejado...

-¿Un zapato de tacón? -dije.
-Sí, y rojo. Del número 39. Y de chica.
-Sí... me lo suponía. -por lo menos, eso esperaba. No recordaba haber atendido esa noche a "alguien" con tacones que no fuese una chica.
-¿Y no hay más? Es decir, ¿sólo uno?
-Sólo uno. ¿Qué hago con él?
-Guárdalo, igual alguien viene a recogerlo.
-¿Quién va a venir, Víctor? ¿y quién va a guardarlo?
-Aquí mismo, en las taquillas. Dame, en la mía hay sitio.
-Pues ahí se va a quedar a criar malvas. Nadie va a venir a buscarlo.
-Seguro que alguien viene, hombre. No seas así.


Nadie vino. Ni en las semanas ni en los meses siguientes, incluso cuando me fui de Benalmádena a CR Fuengirola, nunca más se volvió a saber de la dueña del zapato de tacón. Hasta un día.

Fuengirola, noviembre de 2008. Bar Bogart.

Era mi primer día en Fuengirola, y mis nuevos compañeros, de los cuales sólo conocía a dos, me hicieron una fiesta sorpresa de bienvenida a su nueva incorporación. Nos recorrimos todos los bares y acabamos allí, en el sitio más concurrido de todos. Al entrar ví una mesa de billar y no me lo pensé dos veces:

-¿Alguien juega?
Todos miraron a Nacho. Y soltaron carcajadas animándolo a jugar. La situación pintaba rara, así que pregunté.
-¿Pasa algo?
-Nada, nada. Juguemos. Sabes jugar, ¿verdad?
-Si no supiese, no te habría dicho nada.

Aquella noche recibí una soberana paliza. La mayor que se recuerda en décadas por estas tierras...
Luego, descubrí el motivo de las risas.
-Me presentaré mejor... Soy Nacho. Campeón de Andalucía, España... ¿quieres que siga? de billar. Encantado de tenerte en nuestras filas.
-Igualmente... Y recuérdame que la próxima vez pagues tú.
-De acuerdo, pero por lo menos ve tú a recoger las cervezas.

Y allá que fui, a la barra a por las 6 cervezas. Una chica que estaba al lado me habló.
-Bien jugado.
-Gracias, aunque ya podrías haberme visto en otra situación menos embarazosa...
-Si es que a quién se le ocurre. Nada menos que con el Campeonísimo.
-Ah, ¿conoces a Nacho?
-Para ser campeón primero tiene que jugar competiciones locales. Él comenzó aquí, en este mismo bar. Todos le conocemos.
-Vaya, así que todo el bar confabulado con él para reírse del nuevo, ¿no?
-Algo así, sí -dijo riéndose.- Por cierto, me llamo Tania.
-Yo Víctor, encantado. Soy el nuevo enfermero de Cruz Roja Fuengirola.
-Vaya, Cruz Roja... Una vez tuvísteis que atenderme.
-Ah, ¿sí? Bueno, hasta hoy yo era de Benalmádena, así que no creo que...
-El caso es que sí fue en Benalmádena donde me atendieron. Y también me suena tu cara, por cierto.

Y cuando me contó la historia...

-¡Cenicienta!
-¿Qué? -me miró con cara rara, lo cual era de lo más normal.
-Bueno... así es como te llamaban mis compañeros en Benalmádena, encontramos el zapato, y lo guardamos... bueno, lo guardé esperando que algún día fueses a recogerlo.
-¿Aún lo tienes? Vaya... el caso es que yo también conservo el otro.
-Pues... cuando quieras, vamos a recogerlo. Supongo que aún lo tendrán en algún sitio.

El caso, chicos, es que, aunque nunca se lo haya contado a nadie, desde el primer momento en que la ví me quedé prendado de Tania. Sé que no debería, no sólo porque en un primer momento ella era una paciente y yo un enfermero, pero de algún modo, sea por lo que sea, sabía que volveríamos a encontrarnos, algún día.

Y esa noche fue fantástica. No solo porque había encontrado por fin a Cenicienta, sino porque aquél fue el inicio de una larga y duradera amistad que aún a día de hoy perdura. Así que, chicos, esta es la historia de cómo conocí a la que ahora es mi... amiga, sí; sigue siendo sólo amiga, Tania. Pero volveremos a ella más adelante. Porque esta, chicos, como ya he dicho, es una historia muy larga.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Buscando la felicidad.

Capítulo 2. Traductor.

Bueno, chicos. No siempre he estado dentro de una ambulancia desde que comencé mi andadura en Cruz Roja. Empecé dos mese antes de cumplir los 18, por lo que no podía pertenecer a Socorros y Emergencias. Así que, por lo menos, me daban ocupaciones con las que podía trabajar codo con los sanitarios. Una de esas ocupaciones era encargarme de las comunicaciones entre la base, con una enfermería, y la ambulancia. También recibía los avisos del 112, para trasladarlos al equipo. Pero en la noche de San Juan, pasó algo que cambiaría para siempre mi labor en Cruz Roja; incluso cuando empezase a ser sanitario...

Yo estaba encerrado en el cuartillo de comunicaciones. Sólo estábamos una radio, un portátil, cientos de mapas y yo. De pronto, oí cómo un montón de gente entraba en el puesto de socorro. Gritos y golpes por todos lados, no debía ser del todo bueno...
Cuando abrí la puerta, me encontré a un grupo de jóvenes ingleses llorando y gritando. Al llegar a la enfermería, ví una chica con la cabeza llena de sangre, el vestido desgarrado y moratones por todo el cuerpo. Habían intentado robar su bolso, ella se defendió, pero...

Mis compañeros no podían hacer que dejara de moverse. Estaba muy nerviosa, tenía un ataque de ansiedad. Así que me acerqué a ella:

-Dont't worry. Please, calm down, if not, we can't do anything to help you. Please, relax and tell me what happened; I'll try to help you.

Obviamente, fue mucho más lo que le dije. Pero el que alguno de nosotros supiese hablar su idioma le relajó de una manera asombrosa. Dejó de patalear, de llorar, y se estuvo quieta, permitiendo que pudiésemos tratarla.
Me contó todo lo que le pasó y, con ayuda de su relato y de la descripción por parte de sus compañeros, pudimos dar el aviso a la policía y éstos, después de relativamente poco tiempo, dieron con el sospechoso.

Cuando se llevaron a la chica al hospital, y ya todo estaba más calmado, pude ver cómo mis compañeros tenían una cara de asombro cada vez que me miraban. Hasta ahora, no había tenido la oportunidad de hacer ver esta "cualidad". Pero aquí no acaba esta historia. De hecho, no fue más que el comienzo...

Una tarde de agosto, cuando ya estaba recogiendo las cosas para irme a casa, recibimos una llamada de Cruz Roja Málaga. Un barco con cerca de 40 inmigrantes iba a llegar en unas 3 horas al puerto de Málaga y necesitaban una dotación. También preguntaron por "el chico traductor".

-¿Quién le ha dicho eso?
-Este... Fui yo-dijo una compañera-. Estaba hablando con una amiga de Málaga y le conté lo sucedido.
-Venga, no hay tiempo. Víctor, ponte de nuevo el uniforme. Esta vez te llevamos a Málaga nosotros.

Todo sucedió muy rápido... Todo, hasta el momento en que nos pusimos en posición. Entonces pasé la hora y media más larga de toda mi vida. Cuando el barco llegó y se bajaron las compuertas, mi corazón latía a más de 200 por hora. No sabíamos qué iba a pasar, qué nos íbamos a encontrar... El grupo de triage entró en el barco. Se hizo un silencio sepulcral. Hasta que las primeras comunicaciones comenzaron a fluir:

-Aquí primer grupo de rescate. Tenemos unas 38 personas de diferente nacionalidad, mujeres y hombres, algunos menores de edad. Contamos cuatro mujeres en avanzado estado de gestación, serán las que salgan primeras. Imperativo traslado hospitalario; preparen las primeras ambulancias básicas.

A esto le siguieron un alto número de patologías, lesiones... Y entonces llegó ella: una mujer con ataque de ansiedad. Era mi momento: necesitaban a un traductor para saber qué le pasaba.
Y lo que le pasaba era horroroso: en resumen, había perdido a su marido y sus tres hijos durante la travesía.
Sin poder acabar de hablar con ella, la policía me solicitó para hablar con un hombre; querían saber cuántos iban a bordo. No me lo podía creer: comenzaron el viaje 56.

Pero esto no fue lo peor de todo. Lo peor, lo que me persiguió durante los días y semanas siguientes fue, ni más ni menos, que la prensa. Lo que yo había traducido, de un modo u otro había llegado a los titulares de toda la prensa escrita malagueña, y la mitad de las redacciones en España.

Entonces fue como una de mis grandes amigas en Cruz Roja, Cristina, me levantó la moral.

-No debes entristecerte. Al contrario. Debes alegrarte por haber sido de utilidad y haberte hecho un hueco aquí, que es lo más difícil. Yo que tú estaría orgulloso. Y, ¿sabes qué? Todos estamos orgullosos de tí.

Y era verdad. Cuando acabó de hablar conmigo, me dio una nota de parte de Cruz Roja Málaga, agradeciendo la labor prestada por el joven traductor. La nota decía que el cuerpo especial ERIE (Equipo de Respuesta Inmediata ante Emergencias) estaría muy contento de contar en sus filas con alguien como yo.

Pero esa, chicos, es otra historia, todo a su debido tiempo...

martes, 18 de mayo de 2010

Buscando la felicidad.

Capítulo 1. Una nueva vida.

Chicos, la historia que os voy a contar es larga, muy larga. Tan larga que dura años, los que han pasado y los que tienen que pasar. No es una historia cualquiera, no es una historia con final feliz ni triste, entre otras cosas, porque aún no ha acabado. Y no sé cuándo acabará...

Esta historia comienza un día de finales de abril del año 2008. Ese año fue fantástico en casi todos los sentidos: es el año que comencé mi andadura en Cruz Roja, el año que cumplí los 18, el año que empecé mi carrera y, bueno, también es el año que ella me dejó, después de tres años de una maravillosa relación. Pero eso no es todo, puesto que, debido a este último hecho, fue el año, mejor dicho, el verano, que tomé la decisión que cambió todo: comencé una nueva vida.

Lo recuerdo perfectamente. Los dos habíamos quedado para recorrer en bici toda la costa desde el centro de Málaga hasta el Rincón de la Victoria. Quería darle una sorpresa, esa tarde iba a decirle que había conseguido ahorrar lo suficiente como para comprar dos billetes de avión e ir a su país a ver a su familia. Estaba muy nervioso, y completamente convencido de que le haría muy feliz con esto. Cuando tenía todo preparado, las ruedas a punto, la bici limpia como los chorros del oro y completamente adecuado para hacer deporte, recibí una llamada. Era ella.

- Víctor, ¿podríamos quedar hoy en el centro? Tengo que hablar contigo.

En ese momento me dio un vuelco el corazón. ¿Qué me querría decir?
Llegué al sitio donde nos habíamos citado. Y ahí estaba ella, sentada mirando hacia la puerta, con la cara descompuesta; se notaba tristeza en sus ojos. Y entonces, me lo dijo:

- Tenemos que dejar de vernos.

Bueno, la conversación no fue exactamente así de corta, pero en esencia eso es lo único que importaba. Se iba, no había más, era el fin. No había manera de hacerla recapacitar. Y eso no era lo peor de todo; lo peor era que tenía razón, era cierto, es muy difícil llevar a cabo una relación en la que, por mucho que intentemos luchar contra las adversidades, tarde o temprano dejaría de funcionar, y nos veríamos obligado a cortar. Tristemente, era lo mejor.

Y así fue como terminó esa linda historia. Tres años a la basura, ya no había vuelta atrás. Los días y semanas siguientes estuve inmerso en un profundo abatimiento. Pero una mañana de junio, ya acabado el curso, recibí una llamada.

- Buenos días, ¿Víctor Almaraz? Le llamo de Cruz Roja. Se ha tramitado su solicitud de ingreso, pero debe haber un error, porque es para Benalmádena. Usted es de Málaga centro, ¿no?

Entonces recordé que mi padre había hablado semanas atrás con una voluntaria de Benalmádena, y le dijo que estaba muy interesado en ser voluntario ahí. Me dijo que hacía falta gente allí. En ese momento no quería irme tan lejos, ya que aún salía con ella. Pero de pronto...

- Es perfecto.
- ¿Cómo dice?
- El sitio. Es perfecto. No importa, iré a Benalmádena.

¿Por qué salté de esa manera? Muy sencillo. Era el lugar más alejado que podía estar del centro de Málaga. Podría alejarme del lugar donde me he criado y había pasado toda mi vida, pero, sobre todo, podía alejarme de algo que no salía de mi mente y me comía la cabeza: los recuerdos.
Era la mejor decisión. Un nuevo lugar, nueva gente, nuevo ambiente... En definitiva, una nueva vida.

domingo, 9 de mayo de 2010

Crónica Montmelò '10

Se cumple la regla de mi padre: carrera de GP2 aburrida, imagínate cómo va a ser la de F1...

Bueh, al lío:

Creo que le hemos dado cuartelillo bastante, así que me atrevo ya a decir que
Red Bull tiene un serio problema de fiabilidad, véase la zona de los frenos. Me he quedado a cuadros al ver cómo Vettel empezaba a "frenar" a mitad de la recta larga antes de llegar a la curva La Caixa, cuando lo normal es hacerlo a partir de la valla publicitaria. Cuando no falla uno, falla otro...
Mark Webber ha estado de procesión, basicamente.

Fernando Alonso, en realidad, no es que haya hecho una gran carrera. Si no fuese por el fallo de Vettel y el pinchazo de Hamilton, ni habría olido el 3er puesto. De todas formas, se lo ha pasado bien y ha hecho que el público se lo pasase bien.
Felipe Massa ha hecho un gran trabajo aguantando con esa parte del alerón roto casi toda la carrera. Ha estado con la caña muy atentamente a lo que pasaba entre Button y Shumy.

Mercedes GP: Buen 4º puesto de Schumacher, que ha demostrado que sigue siendo un hueso duro de roer. Primero lo demostró con Jaime y ahora con Jenson Button, sin duda estos dos pilotos han dado entretenimiento esta carrera.
Por su parte, Nico Rosberg ha hecho lo propio con Kobayashi, aunque éste no ha podido llegar a la zona de puntos.

De todo lo demás cabe destacar la lucha de
Sutil y Robert Kubica, que ha estado entretenida y, personalmente, me ha tenido con el corazón en un puño porque a veces pensaba que al final el polaco iba a perder la posición. Junto a él, Vitaly ha completado una pobre actuación de Renault hoy en Montmelò.
Mal Pedro, que no acaba de despegar con su Sauber. Un pinchazo hoy le ha privado de un buen espectáculo ante su público. Por lo menos tiene ilusión, una prueba de fuerza que seguro será una buena aliada esta temporada.
Y, por último, Hamilton, al que un pinchazo le ha mandado a las protecciones a falta de vuelta y media para el final.

Y nada más, que la he pifiado en las apuestas del foro... ¬¬

martes, 12 de enero de 2010

Cambio.

Invierno. Mal tiempo, frío, ganas de no salir de la cama, de quedarse en la cama sin hacer absolutamente nada. Como cada día, hay que levantarse para cumplir con las obligaciones, así que salimos dispuestos a cumplir con nuestro cometido, sin mirar más allá que el día a día, uno tras otro. Rutina.

Soledad. Ensimasmiento, rutina, hacer las cosas por cuenta de uno mismo sin depender de nada ni nadie para afrontar lo que la vida nos tiene preparado. Hay veces que la soledad gusta, tranquiliza, hace sentir y pensar mejor, más incluso que con ayuda de otros que quizá hasta tengan las mimas ideas. Rutina.

Nunca me ha gustado ni lo uno ni lo otro. Hasta que una de esas cosas cambia... para bien.

Supongamos que estos dos elementos se unen. Supongamos que existe una persona que está sumida en la más profunda soledad, y su vida es un contínuo invierno, nieva y llueve constantemente y no se prevé ni un pequeño cambio en quién sabe cuánto tiempo.


Y supongamos que, en el momento más inesperado, en el lugar menos sospechado, y cuando menos te lo esperas, aparece un rayo de luz que disipa todas las nubes. Un rayo que devuelve la luz a la vida, que hace renacer por dentro como una persona totalmente nueva e infunde una seguridad y confianza como nunca antes se había experimentado. Algo que hace pensar "oh, Dios mío, ¿por qué no nos han presentado antes?."

Una sonrisa decora mi cara desde que la conocí. Bueno... Eso puede sonar algo idílico, así que seamos realistas y no escribamos para quedar bien.
Y es que nadie en su sano juicio podría advertir que pasaría lo que finalmente ocurrió. Todo ocurrió tan rápido, pilló tan de sorpersa... Dos almas que después de años de existencia se unen y van descubriendo poco a poco quién es ese ser extraño que en un abrir y cerrar de ojos se ha colado en su vida. ¡Y de qué manera, oigan!
En pocos días esa figura que fugazmente compartieron dos tardes va adquiriendo una cara, una personalidad, unos sentimientos, una vida entera. Una vida que se estaría dispuesto a compartir, y con mucho gusto.

Eres el mayor rayo de luz que he tenido en mi vida. Iluminas y calientas mi vida, que antes era apagada, fría y en soledad. Ahora se presenta un precioso futuro por delante, me arropas y me das calor, y la soledad es una palabra que estoy comenzando a olvidar.

Y lo mejor de todo... es que no ha hecho más que comenzar.